Cuando el sargento Canales, tras pasar una larga temporada en el norte, llega destinado a Horcajuelas de Tajo, una llamada de la comandancia de la Guardia Civil de Guadalajara lo alerta sobre la muerte violenta del único habitante en el pueblo de Navahernando, una pedanía vacía del pueblo de Horcajuelas. Se trata de Ray Albrid, un hombre nacido allí y que, tras emigrar al continente americano, regresa, ya anciano, a la aldea que lo vio nacer. A partir de este acontecimiento, el sargento Canales y su ayudante recorrerán sus pasos con el fi n de esclarecer quién ha podido perpetrar su asesinato, un fallecimiento del que ni familiares, ni los escasos habitantes que conforman la pequeña comunidad, pueden quedar libres de sospechas.
No hay sospechosos sobre los que extraer huellas de ADN, no hay testigos oculares, no hay ningún modus operandi que los lleve a incriminar a nadie en un lugar donde el fallecido es su único habitante y del que no se conoce casi nada de su vida. El sargento Canales y su ayudante deberán iniciar una investigación de índole criminal al servicio de su único objetivo: intentar averiguar si el asesino del anciano se encuentra entre ellos. Para ello, deberán descubrir, a partir de sus
testimonios, las claves de las fuentes de información informal por las que se rigen las pequeñas comunidades.
La muerte de la abeja reina es una crónica que, dentro del formato de un rural noir, representa una refl exión sobre la condición humana y las circunstancias que dejan al desnudo al hombre ante su frágil y fragmentada condición, situándolo en el borde de lo moral y de lo ético.