“... Piensa ahora en el sentido de esa llamada interior. Cuando algo muy profundo dentro de ti dice basta por un lado y, liviano y curioso por el otro, escucha una amable invitación a ver las cosas desde un prisma diferente. Esa nueva perspectiva debe ser el prisma de la verdad, la voz de tu maestro, tu juicio recto. La vida nos hace un llamado a seguir evolucionando en una dirección coherente para la propia vida. Nos invita y no juzga lo que hagamos, pero nos provee de consecuencias para que aprendamos los aciertos y los errores de nuestras decisiones. Porque el universo es así de participativo y de neutro. Nos da en la medida en que pedimos y de cómo lo pedimos, lo reconozcamos o no. Y esta es la gran lección de estos tiempos. Dejar de culpar y de intoxicar a los demás con nuestros miedos y hacernos responsables de lo que estamos viviendo con fuerza de voluntad. Y asumamos que todo lo que vivimos en lo relativo a lo social, no deja de ser una proyección de nuestros deseos inconscientes, sobre todo uno, que tomó las riendas de nosotros por completo hace ya tiempo. Fue un deseo extraño y antiguo. Fue una idea que se plantó como semilla en nuestras mentes. Fue desear, consciente o inconscientemente, que no queríamos nuestra libertad, que necesitábamos un amo para cumplir el sueño de ser esclavo. Esa idea maduró y se impuso sobre la verdad de nuestra naturaleza, como una mala hierba que invade un jardín. Si no hubiera sido así, no estaríamos viviendo este sueño. El idiota pregunta: “¿Eso puede ser así?”. El maestro pregunta: “¿Podría ser de otra manera?...”