El ayer del amor vivido es el salto a la libertad, ese salto que Pepe pudo dar gracias a la negación de su entorno, al rechazo de la obstinada idea de que sentir deseo, amor por los otros, era pecado. El rumor que Pepe percibe desde que era un niño se convierte en una realidad. Cuando alcanza la edad de 17 años se da cuenta de que no siente como sienten los demás; sus hermanos, sus amigos, su entorno cercano… Va descubriendo que siente diferente, pero esos sentimientos van quedando encarcelados, porque no sabe cómo expresarlos. Aun siendo tan joven, trata de distanciarse de lo que le está pasando y planea una fuga, una ausencia de todo; su casa, su trabajo, su ciudad. Pone tierra de por medio y se marcha de voluntario al ejército, buscando curtirse en una profesión “masculina” que le dé seguridad y que sus sentimientos quizás cambien.
El bien nunca está ausente del mal y eso fue lo que le ocurrió. El tiempo vivido entre tantos tapujos, entre tanto fraude, le hizo un día explotar y encontrar, por fin, su destino. Dejó de fingir y empezó a amarse.
La felicidad empieza con la aceptación de uno mismo. Pepe nunca podrá olvidar la primera vez que fue abrazado, la primera vez que lo besaron, la primera vez que su alma se fundió con la del otro... Momentos que siempre llevará grabados en su corazón, y en su mente, porque consiguió la tan deseada felicidad, ausente de su alma durante tantos años.